Ana_ Veo la silueta balancearse entre las sombras donde se oculta la luna; y ruego la llegada esperanzada donde brota tu sonrisa enamorada. Fernando_ La luna, tan femenina y plateada en un idilio con la noche, descubre los cuerpos contornéandose en silencio; y las olas crispadas de los mares y lagos, y sólo se reblandece ante el cenit del nuevo amanecer, con ese poder implacable... Ana_ Solos...atrapados en la luminicencia que nos hipnotiza; y el ondulante mar nos cautiva en su indescifrable melodía. Y los labios mieloso fecundan besos, besos de tempestades. Fernando_ Esa tempestad necesaria, que nunca ahogara la serenidad de la noche, esa tempestad de centellas y rayos, y nubarrones, que se consagra y reluce más con los soleados amaneceres; el caos y el cosmo; la serenidad y lo inquietante... Ana_ Y nuestras almas se encuentran y se unen saciandose la esencia de la vida; y un diáfano rayo de luz azulino, energiza esa fuerza oculta que anida en nuestro ser; plegandose nuestros labios en un beso sostenido, tiembla el cuerpo, y se rinde al compás de latir del corazón. Fernando_ Devorando; como hacen las hormigas, el tiempo o el fuego, sin darle cuartel al invierno, en un rito sagrado de energías y con aplicación permanente, concentrados en el hoy, en la impermanencia de esta vida y en lo hermoso que nos ofrece cada paso, consumando una delicia, pasión, y cautivos voluntarios... Ana_ Cada beso devorandose uno al otro, como las abejas
el néctar de las madreselvas; y el rito embelezado otoñino da a las pieles sabores a mieles; ese encanto fulgura a dulzura, es un torrente místico que abrazados nos apasiona; con o sin luna en medianoche o en víspera de aurora. Y conspiran dos almas anónimas; mientras nuestros cuerpos están amarrados, magnéticos; en una desenfrenada pasión que nos eleva al sublime cielo.